jueves, abril 26, 2007

EL SUICIDIO



EL SUICIDIO


YURIDIA ITURRIAGA VILLASEÑOR [1]
[México 2007]


El título de este ensayo corresponde a una de las grandes obras que la sociología ha aportado al conocimiento de la sociedad, se trata de la investigación que Émile Durkheim publicó en 1879[2], intentando estudiar científicamente un fenómeno desconcertante donde los sujetos dirigen sus esfuerzos para auto aniquilarse. Con Durkheim asistimos fascinados y temerosos a un teatro de operaciones insólito, la violencia, pero donde no hay, por lo menos externamente, enemigos que se prodigan agresividad mutua, la violencia desmedida que constituye el impulso de asesinar tampoco parece estar dirigida a un objeto externo. El suicidio es una conducta perturbadora, la cual, más allá de las estadísticas epidemiológicas que son impactantes, deja una estela de interrogantes sobre las razones, los motivos, las visiones que llevan a un individuo a la tierra de nadie. Introduciendo el método comparativo, que es el canon boyante de las ciencias sociales hasta nuestros días, Durkheim trata de establecer diferencias y similitudes entre dos tipos distintos de sociedades, una con valores sustentados en el pensamiento protestante y otra con valores sustentados por el pensamiento católico[3]. La intuición del sociólogo francés inicia y acaba en la reflexión de los valores, de ahí que su análisis tenga como punto de partida el conjunto categórico de valores, es decir la religión. Con una metodología estadística[4] como base, Durkheim demuestra que el grado más adverso de anomia (una especie de inconciencia e incongruencia de los valores) está ubicado en los países protestantes, y ello en virtud de la presión social y la agudización de la ansiedad que padecen las personas que habitan esos países. La anomia es una constelación de factores producidos por el conflicto que se genera entre el modo de vida, los hábitos, la historia, el medio, la familia nuclear y el sujeto: una especie de palimpsesto turbulento que erradica la identificación, el arraigo y el sentido de pertenencia de un individuo a una comunidad determinada. Los efectos observables desde el punto de vista conductual, según Durkheim, aparecen en el siniestro orden que a continuación se describe: desesperación, sentimiento de derrota o fracaso social, aislamiento, marginación social, ansiedad, aburrimiento, falta de sentido de la vida, soledad y finalmente agresividad. [5]Exceptuando las situaciones de crisis tales como la guerra (donde curiosamente los índices de suicidio disminuyen porque cada sujeto dentro de la sociedad cumple una función productiva determinada), el sujeto se ajusta normativamente a los indicadores conductuales que nos propone Durkheim.


Pese a lo anterior, la estela de preguntas que deja el suicidio siguen sin responderse, por lo menos desde el punto de vista de la lógica interna que sigue un individuo para decidir por si mismo cuando terminar y cómo. Tomemos por ejemplo el caso de un novel escritor sueco, Stig Dagerman, el llamado niño prodigio de las letras escandinavas. Dagerman escribirá toda su obra en cinco años, es decir de los 21 a los 26 años de edad. El legado principal de ese período creativo es una confesión de solo 10 páginas que apareció publicado después de su muerte bajo el titulo “Nuestra necesidad de consuelo es insaciable”. Reportero en la Alemania de Posguerra[6], Dagerman realiza reportajes sobre el periodo de ocupación por parte de los aliados y encuentra que entre estos y los nazis no hay diferencias significativas, pues tanto unos como los otros se comportarán como asesinos: prepotentes, violadores, dictatoriales, y compartirán un desprecio desmedido hacia la vida y sus derechos elementales. Ante semejante desilusión, escribe, “no habrá salvación para nadie, los vencidos estarán muertos más temprano que tarde y los vencedores serán a la postre los vencidos por su ignorancia y prepotencia”, y concluye, “cualquier acto heroico es estéril, cualquier ilusión de mejorar la vida humana es pura utopía”[7]. Hastiado de lo que ve, renuncia al diario para el que escribe, se encierra en su casa por meses, escribe cartas de despedida a sus amigos y decide que ya no vale la pena seguir en lo que llama “la farsa cotidiana de vivir”. La versión más plausible sobre la forma en que se suicidó fue la de uno de sus más cercanos amigos: La tarde del 4 de noviembre de 1954 se disparó a la parte frontal del cráneo y murió más tarde por las complicaciones de las heridas internas y de entrada y salida provocadas por el proyectil. También en este caso la estela de preguntas sigue sin hallar una respuesta.


Me parece que fue Sigmund Freud[8], padre del psicoanálisis, uno de los que más aportó sobre la comprensión de la lógica interna o psíquica que mueve a un sujeto a dar un paso en falso al vacío. Desde sus ensayos de investigación, “La interpretación de los sueños” (1900), “La pérdida de la realidad en la psicosis y la neurosis” (1924), “Concepciones de actualidad sobre la guerra y la muerte” (1915), “Los instintos y sus destinos“ (1915), “Lo inconsciente” (1915), “Pegan a un niño” (1919), “Lo siniestro” (1919), “Más allá del principio del placer” (1920), Psicología de las masas” (1921), etc., sabemos mucho más acerca de la psique humana, y pese a los años, las nociones que ahí se exponen no dejan de tener actualidad y vigencia. Por ejemplo, que la conciencia, el yo y la realidad no son el núcleo generador de las motivaciones, la conducta y el sentido de la vida humana, en todos ellos también participan los instintos inconscientes que no pueden ser detenidos por el filtro de la razón, la lógica o la objetividad. Desde mis orígenes hasta donde he llegado, gran parte de las motivaciones de mi conducta son desconocidas para mi, en cuanto a su origen y dirección. Es probable que en la conducta de suicidio haya mucho instinto y poca razón. Desde Freud sabemos que lo marginal salta violentamente hacia el centro en algún momento inesperado de la vida; que la orientación del instinto en determinados casos esta inducido por pulsión de muerte; que en la forma en que hemos vivido nuestra infancia está escrito a buril nuestro destino; que el masoquismo no es más que un sadismo orientado contra nosotros mismos; que el suicidio no es más que un asesinato simbólico que por sí mismo encierra un mensaje y una advertencia. Pero una vez más, pese a las aportaciones de éste psicoanalista vienés, la estela de preguntas abiertas por el fenómeno del suicidio sigue sin respuestas, aunque ahora podamos hacernos hipótesis sobre su mecanismo psicológico de activación.


Aquí, conviene recordar el caso del poeta mexicano del siglo XIX Manuel Acuña. Estudiante prodigio de la Escuela Superior de Medicina[9], se destacó en las letras como un poeta romántico de estilo neoclásico. Perteneciente a una generación de talentosos estudiantes y escritores educados por mentores de la talla de un Justo Sierra, sus compañeros suelen recordarlo como un sujeto poseedor de un carácter sombrío, adusto, lejano. Juan de Dios Peza[10], uno de sus ilustres compañeros, recuerda su adicción al café cargado y espeso que Acuña solía consumir en grandes cantidades, “el brebaje negro de los sueños blancos”. En la víspera de su desaparición, el poeta del hogar[11], describe en su diario la expresión melancólica acentuada que ostentaba Acuña, sus composiciones desesperadas, sus versos fúnebres, el mensaje que una y otra vez se reproduce con un trasfondo de desesperanza. Un díaAcuña se despide de sus amigos –Nos relata Juan de Dios Peza- de una forma por demás extraña, como si fuera a emprender un largo viaje, del que no pensaba regresar. Al interrogarlo Juan de Dios Peza sobre el sentido de esa despedida, Acuña lo ataja diciendo que a la mañana lo sabrá todo y le pide que no llegue tarde. Al día siguiente Juan de Dios Peza asiste a la cita con su amigo, pero debido a demoras y circunstancias ajenas llega con retrazo, penetra a su estancia y lo encuentra con la expresión natural del que duerme. Toca su frente, guiado por un oscuro presentimiento, y la encontró fría; de uno de sus ojos levanta el parpado y la expresión de la pupila luce aterradoramente vacía. El cuarto esta saturado de un olor a almendras quemadas que es el signo inconfundible del cianuro. En la mesa está encendida una pequeña bujía y junto yace una nota “Lo de menos era entrar en detalles sobre la causa de mi muerte, pero no creo que le importe a ninguno, basta con saber que nadie más que yo mismo es el culpable. –diciembre 6 de 1873- Manuel Acuña”[12]. Una vez más, este hecho nos vuelca a la cara una situación en apariencia absurda y siniestra, pero, qué vida, qué tipo de problemas o qué visiones tienen los sujetos como Manuel Acuña, para llegar a una conclusión radical, última, determinante y terminal. Dejemos una vez Más hablar a Juan de Dios Peza que interpreta de esta manera la auto inmolación de colega y amigo de generación: “Acuña fue víctima del hastío, de la nostalgia moral, de esa enfermedad sin nombre que marchita las flores del alma cuando apenas están en el capullo. En sus últimos días, (Manuel Acuña) vivía de una manera extraña: sus vigilias eran constantes; leía y escribía hasta el amanecer; gustaba de tomar un café espeso, al que llamaba Manuel M. Flores y aparentaba una jovialidad que servía de antifaz a su secreta tristeza. Su trágica muerte es del extravío cerebral su resultado…”[13] y una vez más, arribamos sin más a un conjunto difuso y polimorfo de preguntas que perturban nuestro horizonte intelectual con su pesada estela negra.


En la actualidad, mientras la cifra de suicidios aumenta y el grupo de población más vulnerable está conformado por sujetos ubicados en un rango de edad entre los 14 y los 25 años, contamos con mejores instrumentos de observación científica en el campo de la salud: la farmacología y la imagenología cerebral computarizada han revelado los mecanismos internos mediante los cuales funciona el cerebro humano[14]. Por otro lado, hoy podemos inducir estados psicológicos similares a la depresión, la ansiedad o el pánico mediante técnicas farmacológicas o bien la interrupción del ciclo sueño-vigilia. La suma plurisecular de conocimientos obtenidos en los últimos años de investigación, nos arroja una visión compleja del funcionamiento cerebral, y hoy sabemos que el autismo, la psicosis o algunas perturbaciones mentales de frontera, son provocados en distintos grados por un déficit funcional de vías dopaminérgicas. Desde esta comprensión molecular[15], la farmacología ha podido diseñar sustancias químicas que reducen la ansiedad, la agresión o la dispersión de la atención en estos sujetos. Es posible que una explicación plausible para algunos casos donde se comete suicidio devenga de la neuropsicología, también es posible que un seguimiento clínico de tipo longitudinal (es decir, observación por un largo período de tiempo) nos de pistas sobre estrategias de prevención e intervención psiquiátrica y psicológicas oportunas, que nos ayuden a reducir la incidencia del suicidio. Sin embargo y pese a los nuevos descubrimientos, la estela de preguntas sobre la lógica interna que lleva a aun sujeto a decidir su propio fin y los medios con los que lo llevará a cabo, sigue sin respuesta.


Recurramos a un último ejemplo que nos ilustrará, en el marco de un tiempo más cercano y familiar para nosotros, la complejidad de factores que confluyen en un caso célebre de suicidio, el cual ocurrió hacia la primera mitad de la década de los noventa del siglo XX. Se trata del cantante Kurt Cobain, voz líder de un grupo de rock con mucho éxito durante la década de los noventa del siglo XX que se hacían llamar Nirvana. Una mañana de abril del año 1994 encontraron su cadáver al interior de su departamento, las evidencias visibles eran indicativas de un suicidio, una escopeta recortada, cartuchos percutidos, rastros de heroína y una nota escrita de su puño y letra. Al margen de considerarlo como un suceso de escándalo de proporciones mediáticas, existen en este caso evidencias de un malestar que Cobain exhibía de manera más aguda en los meses anteriores a su muerte[16]: la intensificación de su adicción a la heroína, su agresividad incrementada, el aburrimiento, la depresión, la falta de sentido sobre lo que estaba haciendo, el aislamiento, la cancelación de todos los vínculos sociales (ruptura con su pareja y sus amistades) , y, finalmente la nota que era todo un manifiesto del pesimismo y la auto aniquilación. Los títulos de su discografía constituyen una antología de imágenes nihilistas con las que Cobain nos mostraba su visión terrible del mundo, Bleach, In Utero, Nevermind, Heart Shaped Box; ostentan en su manifiesta intencionalidad agresividad, desolación, desesperación y fatalidad. Cómo hacer contacto con un tipo que mientras más éxito tiene, se siente más fracasado y sólo que nunca. La nota de despedida alude precisamente a esa sensación de fracaso en los pasajes que su viuda Courtney Love hizo público durante el sepelio[17]: “Este recado será sin duda fácil de comprender. Mostraron ser muy ciertas todas las advertencias que me fueron hechas en las lecciones básicas del punk que recibí a lo largo de los años desde mi primer contacto con –digamos- la ética inherente a los conceptos de independencia y pertenencia a la comunidad. Hace demasiados años que no experimento más la emoción de escuchar música además de crearla, así como de escribir algo verdaderamente. Todo ello me provoca una culpabilidad indecible: cuando nos encontramos tras bastidores, se apagan las luces y empieza a rugir la muchedumbre, por ejemplo no me siento como Freddie Mercuri[18], quien parecía encantado con el amor y la adoración de la gente, los gozaba realmente. Actitud que admiro y envidio de corazón. No puedo engañar a nadie (…) eso (de engañar) no es justo ni para ustedes ni para mi. El peor crimen que se me ocurre sería el de fingir para seducir a la gente, de hacer como que me divierto al cien por ciento. Es mejor arder de una vez que consumirse lentamente. ”. Pero a qué tipo de lecciones se refiere Cobain, por que se presentó de súbito esa inapetencia, esa falta de sentido; por que un tipo que triunfa en lo que le gusta hacer, en lo que crea, en lo que trasmite, se siente perdido y decide que no hay salida posible. Aquí también es posible responsabilizar a la heroína por la deformación perceptual del sujeto, sin embargo reducir la compleja relación multifactorial, social y psicológica, que confluyó en este personaje para arrojarlo a una situación sin salida, sería absurdo e imparcial. Pero una vez más cualquier intento de análisis se enfrenta a una cadena interminable de causas - efectos para la cual no tenemos ideas claras. La estela tenebrosa sigue dominando nuestro horizonte racional.


Volviendo a Durkheim[19], es preciso, tal como lo propone en su obra Le suicide, sentarnos a meditar, con paciencia y determinación sobre el tipo de valores que portan las sociedades en general y la nuestra en particular, que son, cómo se formaron, el sustento de su atribución, y la capacidad de que ellos porten a través de la cultura una información clara para que el sujeto cuente con una carta de navegación precisa que le sirva en los momentos de mayor dificultad. Lo anterior se hace una necesidad ante fenómenos como el suicidio, su presencia –nos dice Durkheim- es el índice de una miseria moral que aqueja a la sociedad en su conjunto, en el fundamento que sustenta sus valores más generales. El problema de los valores en general, de acuerdo a Durkheim, es, que son utilizados por nosotros como un conjunto de criterios con los cuales opera una especie de eugenesia racional, es decir, los valores solo son considerados desde el punto de vista de la falta, de la desviación, de la culpa y el castigo. Ese es justamente el tipo de uso de los valores que debe ser combatido a través de la razón, la cultura y la educación. Esa es la tarea a la que nos invita el sociólogo francés, misma que, en última instancia, es necesario acometer para tender lazos entre las viejas y las nuevas generaciones: un lazo si se quiere frágil e insuficiente pero que a la postre será la base de una nueva y genuina comprensión para todos, sobre lo temas que Schnitzler denomina los “tres eternos”[20]: el amor, la muerte y el juego y sus estados intermedios donde se experimentan el placer y el dolor, pues el suicidio nos plantea preguntas sobre cómo los seres humanos experimentamos y percibimos la vida a través de estos eventos concurrentes, tanto individual como colectivamente. [21]


En este inicio del siglo XXI, la incidencia de suicidios parece incrementarse geométricamente, los jóvenes son la población vulnerable. El hecho de que su incidencia esté localizada en un grupo de población parece encerrar es sí mismo, una vez más, un mensaje y una advertencia en el sentido de que las causas del suicidio no solo están en la religión, o en el alma o en el cerebro, sino en el medio social en el que viven los sujetos que deciden por sí mismos quitarse la vida. La enfermedad moderna de las sociedades de nuestro tiempo tiene una presencia furtiva, caracterizada por aburrimiento, soledad y falta de sentido de la vida. ¿Les suena familiar?. Es muy posible que el suicidio, en virtud de las preguntas sin respuestas que se revelan con su presencia, se convierta para la ciencia biomédicas en un nuevo símbolo sagrado, como en su día lo fueron la epilepsia, la lepra, la locura, la esquizofrenia y el autismo. Sin embargo, desde el campo de la medicina, la psicología y la educación debemos seguir realizando esfuerzos contra esta enfermedad que amenaza silenciosamente a nuestra sociedad.


Cuando este ensayo estaba terminado cayó en mis manos el libro de Leila Guerriero (2005) Los suicidas del fin del mundo. Crónica de un pueblo patagónico, Tusquets editores, 2005; el cual nos ofrece la crónica del pueblo rural de las Heràs, en el extremo sur de la Argentina, donde en el la década de los noventa sucede una ola de suicidios de jóvenes entre 15 y 25 años. La reconstrucción que nos ofrece la autora es crudo y drástico pues ilustra con mucho sentido el peso moderno del desempleo y la falta de futuro en un poblado de no más de mil habitantes donde sus jóvenes llegan a una conclusión radical.


NOTAS


1 La autora tiene la formación de Psicología y se ha especializado en los últimos años en Neuropsicología, Psicoanálisis y Literatura austro-húngara en lengua alemana. Su correo electrónico es psicintegra@gmail.com


[2] Émile Durkheim (1879) El suicidio, ediciones Coyoacán, México 2002. Sin Traductor.


[3] Op. Cit. pp. 27-70.


[4] Al respecto, Ian Hacking nos dice que “ El suicidio es un tema reiterado en las estadísticas (de la época). En un caso de imperialismo médico había un implícito silogismo: la locura debía ser tratada por médicos, el suicidio era una clase de locura, por lo tanto las estadísticas de suicidio se trataban como las otras estadísticas médicas. En consecuencia, las teorías médicas de la causalidad fueron aplicadas al suicidio. (las cursivas son mías). Ian Hacking (1990) The Taming Of Chance. By The syndicate of the Press of the University of Cambridge, England 1990. Traducción llibre.


[5] Émile Durkheim (1879) El suicidio, pp. 338-343.


[6] Stig Dagerman (1947) Tysk Hôst, Edición personal. Stockholm 1947 (Fotocopia).


[7] Ver, en este sentido, el relato sobre el bombardeo a la ciudad de Hamburgo, Alemania, por Jôrg Friedrich (2002) El incendio, Taurus Historia, México 2005. Trad. Irene Pérez Michael y Miguel Sauras Rodríguez-Olleros., pp. 440-446.


[8] Se citan los nombres de los ensayos tal como aparecen en la edición de las Obras Completas reunidas en la edición hipertextual multimedia de Nueva Hélade, 1995, que toma como base la traducción al español de Luís López – Ballesteros y de Torre (1924) .


[9] Actualmente convertido en el Palacio de Minería de la Ciudad de México


[10] Juan de Dios Peza (1900) “Manuel Acuña intimo” , En Varios (1982) Cuadernos mexicanos, Edición Especial preparada por la SEP_ Dirección General de Publicaciones y Bibliotecas, México 1982. 32 páginas.


[11] Como era conocido Juan de Dios Peza.


[12] Juan de Dios Peza (1900) “Manuel Acuña intimo” , p. 8.


[13] Op cit. Pp. 13-15.


[14] Jon Elster (1999) Sobre las pasiones. Emoción, adicción y conducta humana. Paidós , Barcelona España, 2001. Trad. J. Francisco Álvarez y Adriana Kiczkowski. Cap. 4 “Cultura, emoción y adicción”, Pp. 87-129.


[15] Philip Kitcher (1996) Las vidas por venir. UNAM_Instituto de Investigaciones Filosóficas, México 2002. Trad. Pilar Mascaró. Cap. 12. “La disección del Yo”, Pp. 265-278.


[16] Dave Marsh (1995) “Sobrevivan a esto”, En Corriente Alterna, No. 32, mayo-junio 1996. México. Trad. Angelika Scherp.


[17] Op. Cit. Pp. 5-7.


[18] Frontman, compositor, líder carismático e histrión multifacético del grupo británico de rock, Queen (Nota aclaratoria de JADM).


[19] Émile Durkheim (1879) El suicidio, pp. 331-337.


[20] Peter Gay (2002) Schnitzler y su tiempo. Retrato cultural de la Viena del siglo XIX. Ed. Paidos Testimonios, Barcelona España 2002. Trad. De Martha Pino Moreno. Cap. 3 “Eros y síntoma”, Pp. 81-108.


[21] A este respecto Léanse las siguientes obras: Ernest Jûnger (1930) Sobre el Dolor . Tusquet Editores, España 2003. Trad. Andrés Sánchez Pascual. Pp. 13-85; Jankélévitch Vladimir (1977) La muerte, Trad. Manuel Arranz, Pre-Textos, Barcelona España, 2002.


martes, abril 24, 2007

UN RECUERDO DE LA INFANCIA



Inspirado en la interpretación de la canción "Rosa de Tango" por Anibal Troilo y su Orquesta Típica y al voz esplendorosa de Alberto Marino . Incluido en Los Tangos de Evita, Milán 1996.


En el barrio de sangre y tango
Deje el amor
arrumbado en el umbral
de una pálida mujer
generosa amante que ame una vida/

oh carne doliente
de incitantes humores
ella, la de luna y misterio
que no he vuelto a ver jamás/

Era su rostro tan bello
y sus bucles dorados
que al viento
iradiaban el brillo de plata
de la luna perseguida/

vestida con satin luminoso
bailaba esa canciòn antigua
con gracia y esplendor/

todavía la veo en la esquina
esperando bajo la lluvía
los amantes que en tropel
la adoraban
por sus piernas de puta
y sus besos de muerte/

llena de semen,
los despedía a la madrugada
y yo me escapaba de casa para verla,
y ella depositaba el último beso en mi mejilla
y con ello me hacía participe de sus pecados/

Todavía la veo con su vestido de satin
bailando alrededor de mi
mostrandome la vida, mostrandome su sangre
envuelto por la tibieza de sus pechos desnudos
sujeto sin querer escaparme
por sus piernas de alabastro,
caminando a su lado, siguiendo su sombra
robandole una sonrisa
y sonriéndole agraciado por su mirada/

ella, la única aurora de mis seis años
mi amante platonica
y yo su hombre soñado
lazos extraños del amor
forjados en la imposibilidad
meláncolica de un tango

y te digo adios
desde mi recuerdo
zarpando a un rumbo incierto
más cerca de la oscuridad
más lejos de mi amada infancia,
y desde aqui te digo trémula novia mìa
que aún desde tu fría tumba
yo no te olvido
ni te olvidaré nunca/


Jorge Antonio Díaz Miranda
martes 24 de abril de 2007.

viernes, abril 20, 2007

TAL VEZ SÓLO SEAN ESTOS DÍAS ACIAGOS...

La fotografía es de Frank Melech (2007), publicada en http://www.fotocommunity.de/pc/pc/cat/586/display/7994345



El amor es una ecuación oscura
donde 1+1 no es igual a 2/

Siempre falta algo
y nada cuenta para ser sumado/


Donde el tiempo siempre es demasiado poco/

y donde nadie sabe por que
ante mucho o poco amor
el resultado siempre termina en desengaño/


Tampoco nadie sabe decir por que
su periplo es breve
y tan largo su olvido/


Tal vez, esta aritmética perversa que llamamos amor
no sea más que un soñar despiertos
un espejismo
un sentimiento de eternidad/


Tal vez, un refugio insuficiente para huir de nosotros
y ser perseguidos por otros
que a cada momento exigen
un peaje elevado
por aquello que dicen habernos dado/


Una matematica del caos
para ir pasando el rato
en medio de sobresaltos
incertidumbres y medianias

Sin libertad para recibir ni dar/

Una superficie multidimensional
donde persigo sombras
sostenidos en la pura especulación
de la imagen devuelta por un espejo roto/


Y asi estamos, asi vamos, asi sentimos,
cuando en la noche la cama se comprime

y unos dedos tenebrosos rasgan nuestra mente
con sus afiladas dudas,
nos aferramos a la promesa del amancer
para no quedarnos dormidos para siempre/


Atte.Jorge Antonio Díaz M.
20 de abril de 2007.